martes, 17 de mayo de 2011

Elysia chlorotica

Un amigo me dio a conocer este caracol-planta que les voy a presentar, que vive en la costa pacífica de América del Norte.

Adoro los cloroplastos, son bonitos. Para quien no los conozca, son un orgánulo que se encuentra en las células de las plantas. Es una parte de su maquinaria celular, destinada concretamente al hermoso proceso de la fotosíntesis, mediante el cual la materia inorgánica es transformada en orgánica con la intervención de la energía lumínica, y con la secundaria obtención de oxígeno. 
Es decir, que gracias al sol, las plantas generan energía química, aprovechable, a partir de energía solar. Grandioso. Los mecanismos son complejos y hermosos, muy interesantes de estudiar.
He aquí un conjunto de células de plantas con sus cloroplastitos dentro:


Y he aquí el detalle-esquema de un cloroplasto:


Pues bien, hasta hace poco se suponía que las plantas, al ser los únicos seres que poseen este tipo de orgánulos, eran los únicos organismos capaces de realizar la fotosíntesis. Pero hemos tenido el placer de conocer a un hermoso ser vivo, a Elysia chlorotica, un caracol que se alimenta de algas y almacena sus cloroplastos. Los mantiene y gracias a ellos hace la fotosíntesis. Gracias a ellos también adquiere el bonito color verde que la caracteriza.

Como nosotros: la respiración a nivel celular, nuestra respiración bioquímica, ocurre gracias a las mitocondrias, unas bacterias que acogimos en nuestro organismo para siempre. Ahora son orgánulos en nuestras células de animal, una parte más de nosotros.

Qué preciosa es la Biología. Es una aberración y lo sé, pero es mejor que la vida, ya que nos ayuda a entenderla. Sin entenderla no existiría, ya que somos jodidamente antropocentristas. Entendiéndola y amándola luchamos contra la idea de Dios.

Viva la Biología. Larga vida a Elysia chlorotica.




                   

Detalles imprescindibles

Dos cuencos con un gato-caracol dibujado, cada uno de un color.
Dos copas gruesas de vidrio verde.
Una cuchara de palo con un trisquel tallado.
La calabaza con la bombilla.
Una piedra lila cuyos dibujos emulan un intestino delgado. Hematoxilina-eosina, hermosos recuerdos, parte de mí, palabras grabadas a fuego en mi memoria.
Mis cortinas moradas-translúcidas con estrellas doradas pintadas.
Un jabón de chocolate, en su jabonera de madera.
La colcha roja de elefantes.
El atril de madera.





Pequeños detalles que hacen que el nomadismo sea más llevadero. Momentos de mi vida, con banda sonora, con una luz concreta al atardecer, una luz ciertamente embrujadora. Es una preciosa penumbra que no me transmite tristeza. Me encanta esta casa que no es una casa, ni es mi casa, ni es nada. Sí, dentro de lo poco adecuado que es que yo diga algo así, digamos que me encanta.