sábado, 18 de junio de 2011

El pasaje

Aquello de billete es que se me ha pegado de los godos.
Tengo que decir que me ocurrió lo de la asistolia una hora después de comprar el pasaje. Cualquier persona mínimamente supersticiosa no se iría.
En fin, que ya está, 27 de septiembre. Quedan tres meses. Nada.
27 de septiembre, mi día, mi día de llegar a Galicia, que igualmente fue mi día de abandonar Galicia, es también mi día de irme a México. Cualquier persona supersticiosa escogería ese día para marcharse.
Neutralizada la cosa, me marcho. Pero no porque esté neutralizada, porque me marcharía igual.
Sólo espero que el avión no caiga de cabeza en medio del Atlántico. Lo demás, me da todo igual.

Esto para ahuyentar a los fantasmas:

Asistolia

Es una palabra que usamos los médicos para indicar que el corazón se ha parado.
Hay una parada cardiorrespiratoria. Todo para, nos miramos y todo cambia. No importa la causa, al menos en un principio: empezamos de cero, todo es nuevo. Reanimación cardiopulmonar. Compresiones, insuflaciones. AMBÚ. Adrenalina. Homeostasis.
Aunque el corazón se pare, estaremos media hora volcados en él. Varias personas luchando con sangre, sudor y lágrimas...por un pequeño músculo ajeno. Si tras media hora todo sigue igual, sólo resta comprobar la muerte. Yo, con solo un año de experiencia profesional ya lo he vivido, en medio del barro y la mierda, en un lugar difícilmente accesible a los servicios sanitarios de urgencia, aquí, en el primer mundo, en el mundo civilizado, en el puto gueto. Lo he vivido demasiado pronto y con una persona conocida, con cara, nombre, apellidos e historia.
Se dejó morir. Pero no esperábamos que fuera a ocurrir tan pronto, ni de esa manera. Llegué y me reconoció, me habló, me supo explicar que le pasaba. Primero pérdida del control de esfínteres, parálisis muscular, hormigueos y temblores. Cara de pánico. Cara de muerte. Cara de saber que iba a morir. Agarrarse a mí, tan tan fuerte...y mirarme con cara de pánico. De pronto perdió la consciencia. En segundos el pulso periférico. El pulso central. El latido cardíaco. Asistolia, sí. Y no hubo manera de sacarlx de ella.

Es imposible de explicar la marca que sabes que te va a dejar. La primera vez. Sus ojos fijos grabados a fuego en mi retina. Sus últimas putas palabras. La caca que le manchaba el cuerpo. La rigidez, la frialdad. Desnudx sobre la tierra en un paraje inhumano. La gente gritando alrededor.

Es imposible sentirlo, sentir la tensión, sentir lo que sientes tras ese momento en que se llevan el cadáver. Me doy la vuelta, marcho como una autómata herida. Tras dos horas, por fin puedo llorar. Es el momento. Ahora empieza todo. Empiezo a llorar. Empiezo a sentir culpa pero rápidamente sé que no he de ir por ahí. "Siempre se puede hacer mejor" me digo. "Elsa, no vayas por ahí" me dicen.
Un chico, un desgraciado, sin techo, sin dinero y sin cariño, uno que me conoce, se acerca y me dice: "¿Puedo abrazarte? Tu profesionalidad no está en duda".
Después de llorar me quedé callada, muda, con la mayor cara de seriedad que he tenido en mi vida, eso seguro. Salí de trabajar, cogí el tren como cada día. Pero no miré los minutos que quedaban para que llegara, no elegí la canción para escuchar por el camino. Llegué a mi casa. No pude atender a nada, no pude concentrarme en nada. Ducha. Tras dos horas de aparente calma, rompí a llorar. Un llanto inconsolable, ansioso, desatado, incontenible. Luego, el dolor de cabeza. Ya de madrugada me dormí. En sueños, lo reviví todo minuto a minuto. Cuando desperté, su cara en mi cerebro. Boca abierta, ojos fijos, desnudx. Muertx. A lo largo del día he tenido esa tensión en los ojos previa al llanto...pero no lloré.
Esta noche, tras la ducha, tras relajarme y tumbarme en mi hamaca colgante...rompí a llorar. Aún queda más. Imágenes fijas, momentos inolvidables.

Nunca olvidaré su nombre, su edad, sus patologías de base, su voz y su sonrisa.

Lo más importante es que hoy me desperté y las primeras palabras que dije fueron: "¡paradas cardíacas a mí!". Y dentro de mí yo sé, con toda certeza, que la próxima vez que me pase lo haré diez veces mejor.

jueves, 9 de junio de 2011

En el trabajo

"Me gusta mi trabajo"...suelo decir. Pero también me destroza, me da dolor de cabeza, me genera contracturas en la espalda y no me deja usar mi ropa. Durante los próximos once días no tocaré otra ropa que no sea el uniforme laboral. Es odioso.


A lo que iba, en mi trabajo se habla de cuatro cosas:

1. El fútbol: no podemos vivir sin saber qué equipo ficho a qué jugador y cuánto le van a pagar. Sin hablar de lo que pusimos en la quiniela, o lo que ganamos con ella, que casi siempre es nada. Del resultado del día. De a qué hora es el partido. De lo que dijo tal entrenador. Del buen gol, del buen pase.

2. Las series y programas de televisión: hay qué saber cuál es la novedad, qué pasó en el culebrón, qué dijo el presentador y joder, la puta publicidad. Hay que conocer los últimos anuncios de la tele para que cuando te pregunten: "¿has visto ese anuncio que...?" y a todos los famosos como si fueran de tu familia.

3. La hipoteca: cuántos años vas a estar pagando, cuánto pagas al mes, la puta hipoteca, joder con la hipoteca, es que claro, yo me juego la hipoteca. Elsa, cómo se nota que no tienes hipoteca.

4. Los coches: cuál es el mejor, cuántos caballos tiene, cómprate éste, cuánto vale, nooo! los kilómetro cero, ah! que tiene bluetooth, de cinco puertas eh, el ibiza es la puta polla, se me jodió tal pieza, qué putada, tengo entradas para la feria del automóvil.

Entre el trabajo, el banco, tener a punto el coche, las casas-hormiguero por las que se dejan la vida y que les roban el sueño, el fútbol, la quiniela y la teledroga...pasa la vida. Teniendo en cuenta todo el tiempo que roba el trabajo, en el tiempo libre hay que atender el resto de cosas citadas. Y tener hijos, claro. Vida completa sin salir de tres trayectos habituales. Casa, centro comercial, trabajo, banco, centro de salud y, si queda tiempo, un parque (siempre el mismo).

Esta vida no la quiero. No sé cuál quiero, pero ésta no. Quizá nunca lo sepa mientras la vida corra.

Y mientras transcurre la hora de la comida en el trabajo, rodeada de gente que en su mayoría habla de series, coches, hipotecas, fútbol...con suerte mi mente vuela muy lejos soñando o, si hay mucha suerte, no pensando en nada. Si no hay suerte, y estoy para el no, es que no. Entonces apuro mis lentejas, a veces hasta con ansiedad...recojo y corro hacia algún lugar de la oficina donde sea menos difícil soñar.

miércoles, 1 de junio de 2011

Sólo billete de ida

Ya estoy nerviosa. Esto empieza a tomar forma. Aquí está el desvío del que hablaba. Dejo atrás los fantasmas y también todo lo bueno; de por medio pondré todo un océano, el océano que ha rodeado casi toda mi vida, mi Atlántico. Dejo atrás Madrid y sé que para no regresar a esta ciudad que me ha dado tanto: tanto bueno y tanto malo. Aún me quedan cuatro meses, pero lo vivo como si fuera a ser mañana. Disfruto cada momento al máximo. Mi barrio, Entrevías, al que cada día me hago más. Mi trabajo, que me apasiona. Abandonarlo me hará llorar, me entristecerá. Dolerá mucho dejar atrás a tanta gente con nombres y apellidos, con cara, carácter e historia. Gente que me ha acompañado desde una o desde otra posición. Gente que ha depositado toda su confianza en mí, gente muy valiosa. Mis amigos, cada día menos y cada día más dispersos. Mi madre, que me lo ha dado todo y que, siendo ella tan viajera, no comprende del todo mis viajes...y curiosamente teme por mí. Y finalmente, me alejo aún más de mi tierra, de mis pequeñas islitas africanas y preciosas, que siempre llevo en el corazón.
Qué le voy a hacer, si el gusano del nomadismo sigue reptando dentro de mí. Ganas no me faltan de tener un rincón cálido y personalizado por un tiempo, pero no es el momento, algo arde muy fuerte en mis batallantes adentros, en mis hermosos y terribles abismos.

¿La ruta? Probablemente larga y en cierto modo, indefinida. O más bien, incierta. Una ruta por la hermana Latino. Lo único que veo claro a día de hoy es que a principios de octubre me voy para México. De allí, no mucho tiempo después, cogeré un barco que desde el Yucatán me lleve a Cuba. No sé cuánto tiempo estaré en Cuba, país en el que además intentaré realizar una breve estancia profesional, pero sé que el siguiente destino es Honduras, donde hay un remoto plan muy levemente esbozado. De ahí en adelante, ni idea.
Aunque reconozco que la cosa más rara y dispar que me podría suceder es terminar en Canadá, sueño que tengo y que es improbable que se realice en este momento de mi vida...pero no imposible. Reservemos más sueños para el futuro. Pero yo, por si acaso, me llevo mi título incluso traducido al inglés.

En cuanto a mi salud, tras mi estancia en Benín hace dos años, decidí no volver a realizar profilaxis farmacológica de malaria aún cuando esté recomendado. Mi profilaxis (cuando la requiera) será la lógica, el picante, los colores claros y, en las horas oportunas, la ropa larga. Y mi tratamiento, si procediese, altas dosis de Malarone por unos pocos días, por mucho que a mi hígado le pese y, queridos viajeros, ni hablar del Lariam.

¿Dinero? Poco. No me voy con una fortuna, ni mucho menos, aunque sí con algo. Ahí me la juego. Espero que, si se hace necesario, las tareas de una médica (o de lo que se tercie) apasionada sean al menos gratificadas con un plato de comida y un sitito donde dormir.

En fin, que me quedan aún cuatro meses en Madrid y estoy escribiendo como si me marchara mañana. Los que me lean y me conozcan, lo entenderán. Elsita es así, con sus sueños, con sus ilusiones. La mayoría, ahí se quedan...pero alguna progresa. Y ésta es una de las grandes. Una fuerte apuesta. Quienes han estado a mi lado en el último año lo saben. Saben lo que supone, lo que me ha costado saber lo que quiero ahora. Pero sólo yo sé lo que he ganado por dudar, por coger un rumbo inesperado, por postergar la decisión hasta que llegara el momento de poder ver con claridad, por aguantar estoicamente la ansiedad que a veces supone amanecer un día más a oscuras. Por sufrir algún desengaño en el camino.

Y ahora, también sé lo que gano por dejar esto atrás y saltar, saltar muy lejos y no sólo en el mapa.
Es que ya lo dije:




A los que sé que estarán a la vuelta, a esos poquitos, conmigo los voy a llevar, cada día.
A quien se ha apartado de mí, ante mi sorpresa y supongo que con sus razones, también lo llevo, inevitable, pero cada día menos, cada día más borroso, cada día más lejano. Y que así siga.

Me voy, al menos gran parte del camino, con mi amiga, con mi niña, con mi fiera salvaje, con la mujer libre, con mi chiqui, a vivir en el camino. Ella ya está allí. Y sé que uno de los momentos más grandes de mi vida, que será el inicio de todo, que será una explosión de alegría, será cuando nuestras miradas cómplices se crucen en un aeropuerto mexicano.

Este puto insomnio hacía tiempo que no me visitaba. En fin, trataré de narrar parte de mis vivencias superfluas y también de las más hondas durante el tiempo que me queda en Madrid.
Esta vez sí... ¡empieza la cuenta atrás!