miércoles, 24 de agosto de 2011

Formas como mundos

Una mañana las playas son de pronto para andarlas. No soy capaz de abarcar toda su riqueza, toda su potencia. El mar se recrea en estos parajes insólitos.



Caminando por las playas del norte de una isla, aquellas en las que la roca volcánica se funde brutalmente, sin difuminarse, con el mar, se ven fractales inexactos e imperfectos. Son mundos a pequeña escala, donde podrían jugar personas, seres, de ese tamaño. Hay casitas, castillos, puentes y hasta poblaciones. Es una pequeña fortaleza en el mar.




¿Ven lo mismo que veo yo? Si por un momento nos hacemos pequeñitos podremos viajar por torres de piedra inquebrantables, desordenadamente alzadas, directamente expulsadas del fondo de un volcán. Enormes cenizas.




Podemos viajar por donde el mundo tiene incluso colores.




Navegar por inmensas gargantas.




Construir una linda casa.


Con hermosas vistas.



Senderos increíbles por descubrir, que siempre guardarán algún misterio.




Es una mañana perfecta. Sola y tranquila, recorro mi fortaleza marina, sintiendo cada rugosidad de las rocas en las plantas de mis pies. El viento sopla en su justa medida, la humedad se huele pero no se respira, el aire es puro, huele a salitre y a plantas del mar. Un olor que excita sobremanera todo mi sistema límbico, atado a él con un ancla desde que tengo memoria. 

Euforia táctica y pretendidamente contenida.

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