jueves, 11 de noviembre de 2010

Nos alzamos cada día




Acción directa.
Ya me harté de esperar, de intentar crear disciplinas. Luché de una manera que suele entenderse como organizada, la manera más aceptada de luchar. Esperando, acordando, escribiendo, burocratizando y en cierto modo, imitando la forma de organizarse que tienen los poderes que quizá alguna vez intentamos cambiar. Hace tiempo que decidí no intentar cambiarlos; fue que decidí destrozarlos. Decidí que nada que me venga impuesto merece mi respeto y cada año que pasa grito más fuerte. Son más las miserias, por tanto son más los gritos y están más justificados.
Mientras crecía siempre me resultó extraño un mundo que alza hasta las nubes valores que luego desprecia. Aprendí que educarme en su respeto era una forma de esclavizarme soterradamente. Aprendí que aprender no es fácil. Antes de todo esto ya había decidido que la paz me parecía aburrida y que la violencia era necesaria.
Cuando estudiaba las revoluciones de la historia (lo poco y lo mal que se estudian) algo se agitaba dentro de mí, desde pequeña...cuando intuía las grandes injusticias colectivas, que disfrazan siempre millones de miserias individuales, no tardaba ni un segundo en ponerme del lado de los perdedores.
Así crecí y así fui llegando a donde estoy. Además de todo esto, que ha marcado mi vida, resulta que de repente han pasado los años y he llegado (a veces no sé ni cómo) a un estatus respetado en nuestra sociedad: soy médica. Y, en contra de lo que algunos siempre previeron, no centro mi vida en tener propiedades o en ser admirada por los demás por razones absurdas.

Siempre supe que en algún lugar estaría el desvío y como no llegaba hacía tiempo que empezaba a sentirme muerta. Las vías de escape son duras y dolorosas pero jodidamente satisfactorias. Me siento viva y un poco más libre. Siempre aplazando, siempre esperando, siempre hipotecando el tiempo, siempre anhelando.

Queremos recorrer el mundo, aún cuando no podamos pasar de la esquina, con nuestro ingenio y con nuestras manos, con poca pasta y con muchos miedos que vencer y que nos hagan sentir que estamos vivos.
Queremos soñar pese a las fronteras, el dinero y las injusticias.
Queremos aprender y ver florecer las semillas que son los conocimientos. Queremos aprender libremente y gozar con ello. Que sólo la vida nos ponga a prueba y no un papel, ni un sabio, ni una beca, ni un esquema.
Queremos empaparnos con la lluvia del amanecer, que se lleve los lastres y nos enfríe la mente y la vida, nos renueve las viejas ideas que nunca mueren y que con nosotros morirán.
Queremos seguir gritando, pintando, rompiendo, creando, imaginando y trabajando. Luchar lo es todo, cada día.
Queremos vivir nuestra forma de vivir.
Aprender a amar todo lo que merezca ser amado y nunca dejar de odiar lo que nos impida amar en libertad. Esa es la razón por la que el odio va primero, va en avanzadilla en defensa de la libertad. La misma razón por la que nunca me tragué lo de la violencia hace que no me trague lo del odio. Pero siempre amaré por encima de todas las cosas. Y trataré de vivir siempre apasionadamente. Eso nada ni nadie me lo van a robar.

Ya estoy en mi desvío, ha llegado mi momento.
Todos lo saben: la cabra tira pal monte.

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