jueves, 9 de junio de 2011

En el trabajo

"Me gusta mi trabajo"...suelo decir. Pero también me destroza, me da dolor de cabeza, me genera contracturas en la espalda y no me deja usar mi ropa. Durante los próximos once días no tocaré otra ropa que no sea el uniforme laboral. Es odioso.


A lo que iba, en mi trabajo se habla de cuatro cosas:

1. El fútbol: no podemos vivir sin saber qué equipo ficho a qué jugador y cuánto le van a pagar. Sin hablar de lo que pusimos en la quiniela, o lo que ganamos con ella, que casi siempre es nada. Del resultado del día. De a qué hora es el partido. De lo que dijo tal entrenador. Del buen gol, del buen pase.

2. Las series y programas de televisión: hay qué saber cuál es la novedad, qué pasó en el culebrón, qué dijo el presentador y joder, la puta publicidad. Hay que conocer los últimos anuncios de la tele para que cuando te pregunten: "¿has visto ese anuncio que...?" y a todos los famosos como si fueran de tu familia.

3. La hipoteca: cuántos años vas a estar pagando, cuánto pagas al mes, la puta hipoteca, joder con la hipoteca, es que claro, yo me juego la hipoteca. Elsa, cómo se nota que no tienes hipoteca.

4. Los coches: cuál es el mejor, cuántos caballos tiene, cómprate éste, cuánto vale, nooo! los kilómetro cero, ah! que tiene bluetooth, de cinco puertas eh, el ibiza es la puta polla, se me jodió tal pieza, qué putada, tengo entradas para la feria del automóvil.

Entre el trabajo, el banco, tener a punto el coche, las casas-hormiguero por las que se dejan la vida y que les roban el sueño, el fútbol, la quiniela y la teledroga...pasa la vida. Teniendo en cuenta todo el tiempo que roba el trabajo, en el tiempo libre hay que atender el resto de cosas citadas. Y tener hijos, claro. Vida completa sin salir de tres trayectos habituales. Casa, centro comercial, trabajo, banco, centro de salud y, si queda tiempo, un parque (siempre el mismo).

Esta vida no la quiero. No sé cuál quiero, pero ésta no. Quizá nunca lo sepa mientras la vida corra.

Y mientras transcurre la hora de la comida en el trabajo, rodeada de gente que en su mayoría habla de series, coches, hipotecas, fútbol...con suerte mi mente vuela muy lejos soñando o, si hay mucha suerte, no pensando en nada. Si no hay suerte, y estoy para el no, es que no. Entonces apuro mis lentejas, a veces hasta con ansiedad...recojo y corro hacia algún lugar de la oficina donde sea menos difícil soñar.

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